El 12 de agosto de 1908, la fábrica de la Ford Motor Company de la ciudad norteamericana de Detroit, fundada cinco años antes por el industrial Henry Ford, puso a la venta el primer modelo Ford T, un vehículo de dos plazas destinado al gran público. Ford aspiraba, con el Lizzie (nombre con el que pronto iba a ser conocido), a que el automóvil dejase de ser un patrimonio exclusivo de las clases acomodadas y se convirtiese en un objeto de consumo generalizado. De ahí que el nuevo modelo esté concebido para las masas y que todo en él sea práctico y simple. De sobrio diseño y bajo coste (850 dólares), el Ford T permitía una fácil conducción en comparación con otros vehículos de su época. Dotado de un motor de cuatro cilindros, el Lizzie era un vehículo de limitada potencia y velocidad media, pero estaba pensado para gozar de una larga vida de funcionamiento.
La fabricación de un automóvil a tan bajo precio y para un mercado amplio se vio posibilitada, únicamente, por la puesta en marcha de un método de montaje en cadena que permitía optimizar tiempo y recursos. El proceso, basado en el principio de la cadena de montaje, comenzaba por la estandarización de todas y cada una de las piezas que componen un automóvil. Una vez fabricadas, las piezas convergen ordenadamente sobre una cinta transportadora, que lleva el producto de obrero en obrero, cada uno de los cuales cumple una función específica durante el reducido tiempo en que el objeto se encuentra ante él.
Ya en la Antigüedad se habían practicado distintas técnicas de fabricación en serie, pero fueron probablemente los ingleses los primeros en utilizar maquinaria accionada por agua y por vapor de agua en la producción fabril durante la Revolución Industrial, iniciada a mediados del siglo XVIII. No obstante, por lo general se acepta que las modernas técnicas de fabricación en serie se generalizaron gracias a los norteamericanos. De hecho, a la fabricación en serie moderna se la denomina "sistema norteamericano".
Los primeros éxitos del sistema norteamericano suelen atribuirse a Eli Whitney, que adaptó las técnicas de fabricación en serie y la intercambiabilidad de las piezas de los mosquetes (un tipo de arma) para el gobierno de Estados Unidos en la década de 1790. Sin embargo, según algunos estudiosos, las piezas de los mosquetes de Whitney no eran verdaderamente intercambiables, de modo que el sistema norteamericano debería atribuirse a John Hall, armero de Nueva Inglaterra que fabricó pistolas de chispa para el gobierno. Hall construyó muchas de las máquinas herramienta necesarias para la fabricación de precisión.
Pero el mérito del desarrollo de técnicas de fabricación en serie, con cadenas de montaje a gran escala, se atribuye normalmente a Henry Ford, quien en 1908 inició sus innovadores métodos de producción para el automóvil modelo T.
. Las técnicas de cadenas de montaje requirieron la modificación de las capacidades personales necesarias para obtener un producto. Anteriormente cada obrero era responsable de la fabricación y el montaje completos de todas las piezas necesarias para la obtención de un solo producto. Ese trabajo se hacía a mano y se basaba en las habilidades individuales de cada operario.
Sin embargo, la fabricación en serie y la intercambiabilidad de las piezas exigía que todas ellas fuesen iguales. Por ello las máquinas, en lugar de las personas, llegaron a imponerse en el proceso de producción. Cada pieza era copiada por el proceso de una máquina. El montaje de estas piezas ahora hechas a máquina se dividía en series de pequeños pasos repetitivos que requerían mucha menos habilidad que la artesanía tradicional.
De este modo, las técnicas modernas de fabricación en serie acabaron modificando la relación de las personas con su trabajo. La producción en serie reemplazó al trabajo artesanal y la repetitiva cadena de montaje se convirtió en la pauta mundial para todos los procesos de fabricación, llevando a su fin tradiciones artesanas que habían existido durante siglos.
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